miércoles, 29 de mayo de 2013

Sobre el concepto de Política y la idea de Libertad en Hannah Arendt


Es Hannah Arendt quizá la teórica política más importante, influyente y trascendente del siglo veinte. La describimos así, no sólo porque la consideramos de aquella manera, sino en su respeto, pues así se sentía, rechazando la denominación de filósofa política.


Aun cuando el objeto principal de este escrito es el llamado a la comprensión de los conceptos de política y libertad, se nos hace imperativo realizar aquí un breve repaso sobre su vida. De origen judío, Hannah Arendt, cuyo nombre verdadero era Johanna, nació en Linden, Alemania el 14 de octubre de 1906. Tuvo estadías y breves estudios de filosofía, primero en la Universidad de Phillipps de Marburg y, luego en la Universidad Albert Ludwigs de Friburgo. Cursando, finalmente, la carrera de Filosofía en la Universidad de Heidelberg para estudiar bajo la dirección de quien sería su gran amigo, Karl Jaspers, obteniendo en ella su grado de Doctor con la tesis “El concepto del Amor en San Agustín”. Fue testigo presencial del ascenso, consolidación y posterior caída del movimiento nacional-socialista en Alemania y crítica cronista de los hechos posteriores a Nuremberg. Fallece en Nueva York el 4 de diciembre de 1975, legándonos obras fundamentales para la Política, la Filosofía, la Sociología y el Derecho, tales como “Los orígenes del totalitarismo”, “Sobre la revolución” y, “Eichmann en Jerusalén. La banalidad del mal”, entre muchos otros.  
Entrando de lleno en lo medular de este escrito, lo primero que nos advierte Hannah Arendt, es que el estudio del hombre, como ser individual, pertenece al ámbito filosófico o religioso, y el estudio de las relaciones que nacen entre los hombres es lo propiamente político (La política trata del estar juntos y los unos con los otros de los diversos). De esta manera, al no concebir la política como elemento propio del hombre, sino como la consecuencia del trato que surge entre los hombres, concluye que el hombre es un ser apolítico, pues la política sólo ve su nacimiento en el Entre-los-hombres. Entiende Arendt, además, que la política y la libertad son conceptos íntimamente relacionados. Para ella, sencillamente no es posible la política en ausencia de libertad. De ahí que sea condición para que un hombre se dedique a la política que previamente sea libre. Pero ¿cómo debemos entender dicha libertad? En el sentido de que no debía estar bajo la dominación de ningún otro hombre ni debía tener la necesidad de trabajar para obtener lo indispensable para vivir. Ahora bien, si este hombre decidido a participar en política, no era libre, ¿cómo debía liberarse? Los medios para ello eran variados, pero uno de aquellos y el más decisivo era la esclavitud, pues por ella se obligaba mediante la violencia a que otros asumieran el peso de la vida diaria. Entonces será a través de la violencia y la coacción que se logra la liberación, permitiendo que cada amo ejerza dominación absoluta en su hogar, evitando que aquel tuviera que trabajar, como ya hemos señalado, para obtener lo indispensable para vivir. Pero entiéndase bien, esta dominación no constituye política, sino que la condición previa para ser libre y, discutir y deliberar con sus iguales.

Hannah Arendt entiende que lo político para los griegos se centra en la libertad. La que comprende dos aspectos, uno negativo y otro positivo. En su aspecto negativo la libertad debe entenderse como el no ser dominado y no dominar, mientras que en el aspecto positivo la libertad debe ser entendida como el espacio establecido por muchos y, en el que cada cual se mueva entre sus iguales (Sin tales otros, que son mis iguales no hay libertad).
Sin embargo, el hombre al liberarse de los problemas de dominación, de subsistencia, al salir de su hogar y reunirse con sus iguales aún no está en el ámbito de lo político. La política requiere no sólo de hombres libres sino que, además, de un espacio en que esa libertad, ese dialogo, discusión y persuasión entre los iguales se desarrolle. Dicho espacio será el de la polis. De ahí que los griegos sólo reconozcan la existencia de política dentro de su polis, pues fuera de ella la política es inexistente. Entonces la política pertenece al ámbito de lo interior de la ciudad y desapareciendo en las relaciones exteriores. De lo que debemos entender que la polis es un espacio compartido por hombres libres cuyas fronteras son las relaciones exteriores y la esfera privada integrada por los hogares y sus familias. Centrándose Arendt en el hombre griego, destaca su valentía para abandonar el hogar y la familia, constituyendo aquel abandono el hecho que lo hacía esencialmente libre, un hombre político, respecto de todos aquellos que estando en sus mismas condiciones optaban por mantenerse en la familia, en la esfera privada.


Cuando Arendt se involucra en el estudio del concepto de la política que tenían los griegos y los romanos en la antigüedad, lo hace porque intenta destruir ese prejuicio actual de que la política es sinónimo de violencia o coacción. Vendrá Arendt en su trabajo de investigación de carácter histórico a corroborar la ausencia de violencia en todo lo que significaba política.
En definitiva, para Hannah Arendt, en la Grecia antigua la política se desarrollaba en un espacio público restringido a seres libres que discutían entre iguales y cuyos únicos medios de expresión eran la palabra ejercida, a través, de un diálogo fluido, permitiéndose llegar a acuerdos por medios de sus discursos o persuasiones. Todo lo que estaba fuera de aquel espacio y con aquellos presupuestos de estar integrados por hombres esencialmente libres, quedaba fuera de la polis, fuera del espacio de libertad. Ahora bien, no obstante que en Grecia, la guerra era aceptada como medio de defensa de su pueblo, aquella estaba fuera de la política, porque la guerra significaba estar bajo dominación, entonces en esas circunstancias ya se había perdido la libertad, por tanto, la política se había esfumado.

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