Reflexionar sobre la Patria no
puede ser exclusividad de un día al año. Estimo trascendente para la formación
ciudadana, en cualquier época, interrogarnos sobre su significado y expresión. Válido
es que algunos la relacionen con algunos días de fiesta y sus respectivas
celebraciones en fondas con cuecas o fondas con cumbias. Igualmente respetable,
será que otros la reconozcan en la tradicional parada militar o, tal vez, en una
estrofa del himno nacional que ya no se canta.
Fray Camilo Henríquez nos legó su posición al
respecto en el denominado Catecismo de los Patriotas, publicado hace más de 200
años en el Monitor Araucano. “El amor de
la Patria es un sentimiento inspirado por la naturaleza y sancionado por la
religión. Como la Patria es esta gran familia,
esta sociedad de nuestros conciudadanos, que comprende todas las familias,
debemos amar a la Patria más que a nuestra familia, que es una entre tantas. El
interés personal está unido al bien de la Patria, porque cada ciudadano
participa de la felicidad y gloria de la Patria. Si la Patria tiene un buen
gobierno, los ciudadanos son bien gobernados, se les administra bien la
justicia, sus hijos son bien educados, hay industria y ocupación para todos, y
cada uno vive en seguridad y quietud. Si la Patria vence y confunde a sus
enemigos, si florece en la literatura y en las ciencias, cada ciudadano se gloria
de pertenecer a la Patria”.
No cabe duda que amar la Patria es fundamental para
construir ciudad. Si todos estamos llamados a ser albañiles de este gran
edificio socio-político, toda acción ciudadana debe ser expresión de un
comportamiento responsable y consecuente con ese imperativo superior que es la
Patria.
Me ha llamado profundamente la atención la poca o
casi nula repercusión que alcanzó la destacada columna de opinión de Zenón
(Cheno) Jorquera, publicada en este mismo Diario, este 23 de agosto bajo el
título “Nueva Experiencia”. Usted puede leerlo desde el portal del diario. Esto
ya me había provocado cierta incomodidad cuando leía el 06 de junio de 2013 en La
Tribuna: “Tres concejales de Los Ángeles
analizan candidaturas al Consejo Regional”. Y mucha más molestia cuando leía el 16 de
agosto que “Aníbal Rivas descartó a
última hora ser candidato a consejero regional. Mi nombre estaba disponible
siempre y cuando no tuviera que renunciar a mi cargo de concejal a la hora de
inscribirme”. Es que queda la duda profunda sobre la disposición de algunos
por traicionar a su ciudad por un cargo mejor remunerado. Hecho que no desaparece
ni queda disminuido finalmente, por su no opción, sino que se agrava porque
dicha decisión se ha basado en la imposibilidad de mantener ambos cargos. Sin
duda, que la idea de bien general queda absolutamente relegada por la del bien
individual.
La exquisita descripción que hace Zenón Jorquera me
hizo recordar al “Critón” el Diálogo de Platón. Donde Critón ante el miedo de quedar huérfano
de la amistad y sabiduría de Sócrates, luego de la condena a muerte del Maestro,
sobornó al guardia del lugar donde aquel estaba recluido, con el fin de
permitir su escape de la cárcel y, posteriormente, de la ciudad. Hecho que
Sócrates rechazó. Pues, preferirá morir, que vivir prófugo y fuera de su ciudad.
Único lugar dónde entiende puede ser libre. Prefería morir que ser desleal con
su ciudad y sus leyes. Constituyendo aquello una magnífica representación del
amor a la Patria y el respeto por las leyes.
Siempre será positivo recordar que, no sólo todos somos
constructores de la ciudad, sino que lo hacemos porque entendemos que una buena
ciudad sólo puede generar buenos ciudadanos, más felices y llamados al correcto
actuar. Es decir, ciudadanos virtuosos, felices y justos. Esta tierra requiere
de valientes voces que griten ¡Levántate Los Ángeles!, ¡Alza tu voz! o ¡Toma conciencia!,
como en innumerables ocasiones se ha hecho en este mismo medio. Sin embargo, el
trabajo debe radicarse en el entendimiento de como el amor a la patria
encuentra profundidad en la lealtad hacia la ciudad. Sólo así será posible entregarse
por entero a la denuncia de lo reprochable y a la reflexión de su provenir,
como lo ha demostrado con consecuencia ateniense, semana a semana, pero en
especial aquel pasado 23 de agosto, el ciudadano Jorquera.
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