miércoles, 9 de octubre de 2013

El ciudadano Jorquera (Zenón)


Reflexionar sobre la Patria no puede ser exclusividad de un día al año. Estimo trascendente para la formación ciudadana, en cualquier época, interrogarnos sobre su significado y expresión. Válido es que algunos la relacionen con algunos días de fiesta y sus respectivas celebraciones en fondas con cuecas o fondas con cumbias. Igualmente respetable, será que otros la reconozcan en la tradicional parada militar o, tal vez, en una estrofa del himno nacional que ya no se canta.

Fray Camilo Henríquez nos legó su posición al respecto en el denominado Catecismo de los Patriotas, publicado hace más de 200 años en el Monitor Araucano. “El amor de la Patria es un sentimiento inspirado por la naturaleza y sancionado por la religión. Como la Patria es esta gran familia, esta sociedad de nuestros conciudadanos, que comprende todas las familias, debemos amar a la Patria más que a nuestra familia, que es una entre tantas. El interés personal está unido al bien de la Patria, porque cada ciudadano participa de la felicidad y gloria de la Patria. Si la Patria tiene un buen gobierno, los ciudadanos son bien gobernados, se les administra bien la justicia, sus hijos son bien educados, hay industria y ocupación para todos, y cada uno vive en seguridad y quietud. Si la Patria vence y confunde a sus enemigos, si florece en la literatura y en las ciencias, cada ciudadano se gloria de pertenecer a la Patria”.

No cabe duda que amar la Patria es fundamental para construir ciudad. Si todos estamos llamados a ser albañiles de este gran edificio socio-político, toda acción ciudadana debe ser expresión de un comportamiento responsable y consecuente con ese imperativo superior que es la Patria.  

Me ha llamado profundamente la atención la poca o casi nula repercusión que alcanzó la destacada columna de opinión de Zenón (Cheno) Jorquera, publicada en este mismo Diario, este 23 de agosto bajo el título “Nueva Experiencia”. Usted puede leerlo desde el portal del diario. Esto ya me había provocado cierta incomodidad cuando leía el 06 de junio de 2013 en La Tribuna: “Tres concejales de Los Ángeles analizan candidaturas al Consejo Regional”.  Y mucha más molestia cuando leía el 16 de agosto que “Aníbal Rivas descartó a última hora ser candidato a consejero regional. Mi nombre estaba disponible siempre y cuando no tuviera que renunciar a mi cargo de concejal a la hora de inscribirme”. Es que queda la duda profunda sobre la disposición de algunos por traicionar a su ciudad por un cargo mejor remunerado. Hecho que no desaparece ni queda disminuido finalmente, por su no opción, sino que se agrava porque dicha decisión se ha basado en la imposibilidad de mantener ambos cargos. Sin duda, que la idea de bien general queda absolutamente relegada por la del bien individual. 

La exquisita descripción que hace Zenón Jorquera me hizo recordar al “Critón” el Diálogo de Platón.  Donde Critón ante el miedo de quedar huérfano de la amistad y sabiduría de Sócrates, luego de la condena a muerte del Maestro, sobornó al guardia del lugar donde aquel estaba recluido, con el fin de permitir su escape de la cárcel y, posteriormente, de la ciudad. Hecho que Sócrates rechazó. Pues, preferirá morir, que vivir prófugo y fuera de su ciudad. Único lugar dónde entiende puede ser libre. Prefería morir que ser desleal con su ciudad y sus leyes. Constituyendo aquello una magnífica representación del amor a la Patria y el respeto por las leyes.

Siempre será positivo recordar que, no sólo todos somos constructores de la ciudad, sino que lo hacemos porque entendemos que una buena ciudad sólo puede generar buenos ciudadanos, más felices y llamados al correcto actuar. Es decir, ciudadanos virtuosos, felices y justos. Esta tierra requiere de valientes voces que griten ¡Levántate Los Ángeles!, ¡Alza tu voz! o ¡Toma conciencia!, como en innumerables ocasiones se ha hecho en este mismo medio. Sin embargo, el trabajo debe radicarse en el entendimiento de como el amor a la patria encuentra profundidad en la lealtad hacia la ciudad. Sólo así será posible entregarse por entero a la denuncia de lo reprochable y a la reflexión de su provenir, como lo ha demostrado con consecuencia ateniense, semana a semana, pero en especial aquel pasado 23 de agosto, el ciudadano Jorquera.    

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