Entiende Pasquino participación política al conjunto de
actos y actitudes dirigidos a influir de manera más o menos directa y más o
menos legal sobre las decisiones de los detentadores del poder en el sistema político
o en cada una de las organizaciones políticas, así como en su misma selección,
con vistas a conservar o modificar la estructura (y por lo tanto los valores)
del sistema de intereses dominante. Innumerables son las modalidades en que la participación
política se expresa, pudiendo distinguir entre convencionales y no convencionales.
De las formas políticas convencionales destacan el votar, llevar distintivos
políticos, donar dinero a un partido o a un candidato, participar en asambleas
políticas, inscribirse como miembro de un partido político y, ocupar cargos en
los mismos, entre muchas otras. Expresiones que, sin duda, han sufrido un decaimiento
en los últimos años. En cambio, diferente es el escenario para las formas de
participación política no convencionales, pues han crecido tanto en su
ejercicio como en sus manifestaciones. Destaco las marchas desde las ciudades o
desde la misma capital con el objetivo siempre interrumpido de llegar a la
Moneda, tomas de carreteras, paros éticos en la Administración Pública, teatro
callejero de protesta, enfrentamientos estudiantiles con fuerzas policiales, paralización
de camioneros, cierre de ciudades, etc.
Aunque
la participación política genera consecuencias en diversos ámbitos, como en políticas
públicas o la democracia, me detengo sólo en los efectos que genera en el
individuo. Si bien no todas las modalidades de participación política producen
el mismo efecto sobre ellos, las consecuencias son tanto positivas como
negativas. Así, un individuo altamente implicado en política y conocedor de los
problemas y del proceso político de su comunidad se verá favorecido por
actitudes de empatía, tolerancia, solidaridad, interés y confianza en sus pares,
derivado de la estrecha vinculación con los otros, mediante el ejercicio de la
actividad política, proporcionando, además, conocimientos cívicos e información
sobre el bienestar social y la vida diaria. Sin embargo, aquella misma
formación e información política podrá dar lugar a una profunda frustración
originada por los obstáculos existentes entre las demandas ciudadanas y las
políticas públicas finales, lo buscado y lo conseguido, transformando las
actitudes tolerantes iniciales en vías de destrucción de la amistad cívica. Quizá
ahí esté en parte la explicación de por qué jóvenes altamente empoderados en
sus derechos y de la realidad político-social, de la mano del avance
tecnológico y la trascendencia de las redes sociales, hoy destaquen por su alta
abstención electoral.
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