He estado durante días tentado a escribir
sobre José Antonio Gómez y la pobreza de sus últimos roles frente al Partido Radical
Social Demócrata (PRSD). Es que la cúpula mayor partidista del radicalismo, la
santiaguina, y en particular su conducción, durante los últimos años, lo han
hecho todo absolutamente mal. Las palabras exigen tribuna cuando los hechos son
tan manifiestos. Su decisión de no repostular al Senado, su dirección poco
democrática al interior del partido y sus recientes declaraciones reveladoras
de fracaso por no haber conseguido llevar representante al Senado por la VIII Región
circunscripción Cordillera son incentivo suficiente para que la tentación se
concrete.
Hoy son muchos los radicales que
se preguntan, excepto José Antonio Gómez y su grupo de elite, por cierto, sobre
el ¿por qué de tan poca representación radical en la plantilla de la Nueva
Mayoría para las próximas elecciones parlamentarias? ¿Por qué tan poca
presencia radical en la campaña presidencial de Bachelet? La respuesta es una,
aquello sencillamente es consecuencia de la interposición de los intereses
personales por sobre los generales del partido. Su precandidatura presidencial
nunca fue una opción racional y seria para el radicalismo y su proyecto
político de Estado. El programa político presentado en las primarias era de una
debilidad aberrante, su solución al problema de las AFP o la poca claridad sobre
el conocimiento y llamado a un nuevo proceso constituyente, son solo algunos
ejemplos. No cabe duda, que no había que
poseer dotes de adivino ni conocimientos avanzados en ciencia política para
proyectar su último lugar en las primarias y, cómo aquello iba a repercutir de
forma negativa para los intereses superiores del partido. Históricos del
radicalismo oportunamente lo hicieron ver, entre ellos Isidro Solis Palma,
quienes no fueron escuchados. Así fueron miles los radicales que, en un acto
que puede visualizarse como respetuoso de la visión de partido y como repulsa
al peligroso proceso de personalización del radicalismo en José Antonio Gómez, se
pusieron a disposición de la precandidatura presidencial de Michelle Bachelet. ¿Significa
aquello que el Partido Radical no tuviera derecho a llevar su propio
precandidato presidencial? Por supuesto que no. Pero para ello, se requería de
un proceso democrático a nivel nacional, con participación de pluralidad de
candidatos, poseedores del carisma e intelectualidad tan propio de los
radicales de antaño, con un sólido programa político debidamente deliberado en
cada lugar del país en que el PRSD estuviera presente. Además, ante el
escenario político con el sector de la centro-derecha en el gobierno, la
fortaleza política de la figura de Bachelet, no era la oportunidad para un
precandidato radical, pero sí para la generación de otra prudente estrategia
política. Ante una sociedad empoderada de sus derechos civiles y políticos y
tan hastiada de los actos despectivos y sectarios de los políticos
profesionales no es posible improvisar.
Si algo hay que reconocer a José
Antonio Gómez (… y su grupo) es que consiguió lo que ningún otro presidente del
radicalismo post dictadura logró, posicionar al PRSD como el partido menos
valorado, menos trascendente y al borde de la extinción. Ahora el desafío lo
tienen los militantes y simpatizantes del radicalismo, quienes en noviembre
podrán castigar o seguir castigando por tan alta ofensa. Quizá con aquel simple
acto político denominado votar el castigo sea indirecto contra la dirección ya
agotada de José Antonio Gómez, pero será directo y representativo de la fuerza
republicana de la base militante radical contra todos aquellos que amparados
por la cúpula santiaguina radical y dando la espalda a sus propios distritos han
logrado o mantenido cupos parlamentarios sin someterse a procesos democráticos
de designación. La democracia hoy, es más que un proceso, es un valor y, como
tal, está para sí o sí remover vuestras conciencias.
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