jueves, 29 de agosto de 2013

José Antonio Gómez


He estado durante días tentado a escribir sobre José Antonio Gómez y la pobreza de sus últimos roles frente al Partido Radical Social Demócrata (PRSD). Es que la cúpula mayor partidista del radicalismo, la santiaguina, y en particular su conducción, durante los últimos años, lo han hecho todo absolutamente mal. Las palabras exigen tribuna cuando los hechos son tan manifiestos. Su decisión de no repostular al Senado, su dirección poco democrática al interior del partido y sus recientes declaraciones reveladoras de fracaso por no haber conseguido llevar representante al Senado por la VIII Región circunscripción Cordillera son incentivo suficiente para que la tentación se concrete.

Hoy son muchos los radicales que se preguntan, excepto José Antonio Gómez y su grupo de elite, por cierto, sobre el ¿por qué de tan poca representación radical en la plantilla de la Nueva Mayoría para las próximas elecciones parlamentarias? ¿Por qué tan poca presencia radical en la campaña presidencial de Bachelet? La respuesta es una, aquello sencillamente es consecuencia de la interposición de los intereses personales por sobre los generales del partido. Su precandidatura presidencial nunca fue una opción racional y seria para el radicalismo y su proyecto político de Estado. El programa político presentado en las primarias era de una debilidad aberrante, su solución al problema de las AFP o la poca claridad sobre el conocimiento y llamado a un nuevo proceso constituyente, son solo algunos ejemplos. No cabe duda, que no  había que poseer dotes de adivino ni conocimientos avanzados en ciencia política para proyectar su último lugar en las primarias y, cómo aquello iba a repercutir de forma negativa para los intereses superiores del partido. Históricos del radicalismo oportunamente lo hicieron ver, entre ellos Isidro Solis Palma, quienes no fueron escuchados. Así fueron miles los radicales que, en un acto que puede visualizarse como respetuoso de la visión de partido y como repulsa al peligroso proceso de personalización del radicalismo en José Antonio Gómez, se pusieron a disposición de la precandidatura presidencial de Michelle Bachelet. ¿Significa aquello que el Partido Radical no tuviera derecho a llevar su propio precandidato presidencial? Por supuesto que no. Pero para ello, se requería de un proceso democrático a nivel nacional, con participación de pluralidad de candidatos, poseedores del carisma e intelectualidad tan propio de los radicales de antaño, con un sólido programa político debidamente deliberado en cada lugar del país en que el PRSD estuviera presente. Además, ante el escenario político con el sector de la centro-derecha en el gobierno, la fortaleza política de la figura de Bachelet, no era la oportunidad para un precandidato radical, pero sí para la generación de otra prudente estrategia política. Ante una sociedad empoderada de sus derechos civiles y políticos y tan hastiada de los actos despectivos y sectarios de los políticos profesionales no es posible improvisar.

Si algo hay que reconocer a José Antonio Gómez (… y su grupo) es que consiguió lo que ningún otro presidente del radicalismo post dictadura logró, posicionar al PRSD como el partido menos valorado, menos trascendente y al borde de la extinción. Ahora el desafío lo tienen los militantes y simpatizantes del radicalismo, quienes en noviembre podrán castigar o seguir castigando por tan alta ofensa. Quizá con aquel simple acto político denominado votar el castigo sea indirecto contra la dirección ya agotada de José Antonio Gómez, pero será directo y representativo de la fuerza republicana de la base militante radical contra todos aquellos que amparados por la cúpula santiaguina radical y dando la espalda a sus propios distritos han logrado o mantenido cupos parlamentarios sin someterse a procesos democráticos de designación. La democracia hoy, es más que un proceso, es un valor y, como tal, está para sí o sí remover vuestras conciencias.      

No hay comentarios:

Publicar un comentario