martes, 4 de junio de 2013

El real trasfondo que encierra el fenómeno de la solidaridad del solidarizado. De Bachelet a Longueira. De escupos a huevos



Plantearé una rápida adivinanza. ¿Qué tienen en común hoy Michelle Bachelet y Pablo Longueira? Déjeme adivinar su respuesta: ambos son precandidatos presidenciales. Ahora, en seguida y, sin esperar solicitud, usted se esforzará intelectualmente para adelantarse y sorprenderme, contestando que ambos han sido en menos de 24 horas de diferencia insultados y agredidos públicamente. Siendo grotescamente escupida en Arica, la una y, convertido en Talcahuano, en punto de recepción de huevos, el otro. Finalmente, ante mi mirada impaciente se apurará a concluir que, ante la afrenta ciudadana sufrida, Bachelet recibió, de entre otros, la solidaridad de Longueira, correspondiéndole al día siguiente la solidarizada con la suya. La solidaridad del solidarizado.


Ahora bien, le lanzo otra rápida adivinanza: ¿Qué tienen en común Claudio Orrego, José Antonio Gómez, Andrés Velasco, Marco Enríquez-Ominami y Andrés Allamand? Todos ellos son, igualmente, precandidatos presidenciales. Correcto. Y… ninguno de ellos va a ganar (Esto último, aporte de mi amigo C. Cousiño). Y se permitirá concluir que no han sido atacados, en campaña, por ciudadanos enfurecidos de insatisfacción. Dejando para el final y entre dientes un irónico “… aún”. Ese tímido e irónico “aún” se nos presenta como fundamental para la comprensión del proceso político-social en el cual estamos inmersos.
No se pretenda encontrar en estas líneas reflexivas una defensa de aquellas cuestionables expresiones ciudadanas, pues en su base, sin duda que reina la violencia. Porque entiéndase bien, la violencia mis estimados no tiene cabida en el contexto político, pues sólo la libre discusión entre los iguales puede dar origen a la política. Y yo estoy por la generación de espacios de libertad para el igualitario y libre debate ciudadano. Esa es mi lucha. Espacio en que la violencia no tiene posibilidad alguna de existir. 
(Por favor lea, en este mismo blog, lo brevemente escrito sobre el concepto de política y libertad en Hannah Arendt).



Ahora bien, volvamos a ese “aún”. Y volvemos a ello porque considerar estos hechos, los de Arica y Talcahuano, como meras anécdotas políticas en año de elecciones o minimizarlos, constituiría un profundo y catastrófico error. Es que estos se repetirán y es más, irán en aumento. Hace unos días escribía en este mismo blog, la primera parte de lo que entiendo constituye la urgente y necesaria adecuación de las instituciones estatales y los partidos políticos a la actual realidad social. Es que existe un divorcio cada vez más patente entre los detentadores del poder político y público, los partidos políticos y, quienes en definitiva son la fuente y destino del poder, los ciudadanos. Un divorcio que no se detiene sino que aumenta a tal nivel hasta aterrar sobre sus futuras consecuencias. Es que en estos tiempos donde la transición democrática aparece olvidada tras el grito desesperado de la necesaria consolidación democrática es toda una tragedia griega la que prima en el Chile de hoy.  
La clase política instalada en el Estado y en las cúpulas partidistas ya no pueden ir en contra de una ciudadanía cada vez más tecnologizada y empoderada de los derechos que la constituyen como núcleo de poder supremo y soberano. Ya no le quedan argumentos ni espejismos discursivos para silenciar a los indignados enfurecidos que cada día son más, atreviéndose a abandonar sus hogares, trabajos, liceos y universidades para expresar directamente desde sus calles su descontento. ¿Dónde está la tragedia griega? Frente a sus ojos. Pues, mientras todo llama a la trasparencia política, adopción de mayores procesos democráticos, en busca de legitimidad e integración ciudadana, los partidos políticos se esfuerzan como si en ello se les fuera la vida en hacer lo absolutamente contrario. He ahí la UDI y la designación a dedo de sus candidatos a Senador por Los lagos y por Los Ríos, el Partido Socialista y su intento por resolver a puertas cerradas el cupo senatorial para uno de sus ex presidentes, la imposición de Felipe Harboe por parte del PPD como candidato a Senador por la Octava Región Cordillera o la negociación del Partido Comunista con la Concertación para que la ex dirigente estudiantil Camila Vallejos no compita en primarias y sea candidata blindada a diputado en el distrito de la Florida. Por su parte, lo que aporta a este divorcio el Estado, a través de sus agentes temporales, no tiene desperdicio. Así y, sólo a modo de ejemplificación y, aunque ya parezca del pasado, he ahí la destitución del Ministro de Educación Harald Beyer por su patente ineficiencia en el cargo y eso, por más que se le haya querido, de manera muy cuestionable catalogar, a modo de defensa, como el mayor de los expertos en la materia. Por otra parte, la insólita e inexplicable decisión del Director del Servicio de Impuestos Internos en la denominado “Perdonazo a Jhonson´s”, la ineficiencia fiscalizadora sobre las empresas del retail en protección de los consumidores, el actual y denigrante caso de los “Falsos Exonerados” o las cada vez menos eficientes y eficaces políticas en materia de seguridad ciudadana.  Actuar que sólo hace más patente el abandono por parte del Estado de los barrios y pueblos, que se han convertido o se convierten a pasos agigantados en “sin Ley”, bajo el sórdido amparo del código criminal del narcotráfico y la solapada pero creciente corrupción de nuestras fuerzas de protección ciudadanas.
Me queda una última adivinanza por plantearle, ¿en que se parecen Bachelet, Longueira, Allamand, Enríquez-Ominami, Velasco, Orrego y Gómez? En que todos ellos son o han sido  agentes-engranaje del actual sistema político constitucional. Ciudadanos contaminados, absorbidos y encarcelados por la vorágine sin fin que genera la estrecha vinculación entre sistema político y sistema electoral y viceversa.
Los hechos aquí expresados obligan un urgente cambio institucional, pero ello significa que ante cualquier reforma se deba previamente deliberar entre todos los libres de la República sobre qué idea de democracia deseamos se concrete institucionalmente para la conducción del Chile de hoy y constituya base para el de mañana. Para ello, Chile requiere de un gran Pacto de Estado, que incluya no sólo a los Partidos Políticos y detentadores del poder político, en todos sus expresiones, sino que a todas las fuerzas políticas ciudadanas, ya individuales como colectivas que están excluidas, por las más diversas razones de un debate público amplio, libre y deliberativo. Pero la propuesta de este gran Pacto de Estado requiere como presupuesto básico el reconocimiento del divorcio descrito. Pues ha llegado el momento de asumir con responsabilidad republicana el actual y complejo proceso socio-político en su más amplia connotación, antes que nos arrepintamos por haber permitido que el mínimo entendimiento aún existente haya cedido el lugar al irremediable caos. En definitiva, culpables de haber permitido que los espacios de libertad hayan sido conquistados por la implacable violencia.



1 comentario:

  1. Interesante forma de abordar el problema. Efectivamente no hay justificación para las agresiones, sin embargo son una manifestación clara que la gente está cansada y, pese a sus esfuerzos, todo sigue exactamente igual. Nadie pide trabajar menos y ganar mas, sino que trabajar y ganar lo justo, lo digno y que no se diga que se "da" trabajo, ya que el "patrón" no regala nada, sino que obtiene el esfuerzo de alguién para su propio beneficio.

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