Es Hannah Arendt quizá la teórica política más importante, influyente y trascendente del siglo veinte. La describimos así, no sólo porque la consideramos de aquella manera, sino en su respeto, pues así se sentía, rechazando la denominación de filósofa política.
Aun cuando el objeto principal de este escrito es el llamado a la comprensión de los conceptos de política y libertad, se nos hace imperativo realizar aquí un breve repaso sobre su vida. De origen judío, Hannah Arendt, cuyo nombre verdadero era Johanna, nació en Linden, Alemania el 14 de octubre de 1906. Tuvo estadías y breves estudios de filosofía, primero en la Universidad de Phillipps de Marburg y, luego en la Universidad Albert Ludwigs de Friburgo. Cursando, finalmente, la carrera de Filosofía en la Universidad de Heidelberg para estudiar bajo la dirección de quien sería su gran amigo, Karl Jaspers, obteniendo en ella su grado de Doctor con la tesis “El concepto del Amor en San Agustín”. Fue testigo presencial del ascenso, consolidación y posterior caída del movimiento nacional-socialista en Alemania y crítica cronista de los hechos posteriores a Nuremberg. Fallece en Nueva York el 4 de diciembre de 1975, legándonos obras fundamentales para la Política, la Filosofía, la Sociología y el Derecho, tales como “Los orígenes del totalitarismo”, “Sobre la revolución” y, “Eichmann en Jerusalén. La banalidad del mal”, entre muchos otros.
Entrando de lleno en lo medular de este escrito,
lo primero que nos advierte Hannah Arendt, es que el estudio del hombre, como
ser individual, pertenece al ámbito filosófico o religioso, y el estudio de las
relaciones que nacen entre los hombres es lo propiamente político (La política trata del estar juntos y los unos
con los otros de los diversos). De esta manera, al no concebir la política
como elemento propio del hombre, sino como la consecuencia del trato que surge
entre los hombres, concluye que el hombre es un ser apolítico, pues la política
sólo ve su nacimiento en el Entre-los-hombres.
Entiende Arendt, además, que la política y la libertad son conceptos
íntimamente relacionados. Para ella, sencillamente no es posible la política en
ausencia de libertad. De ahí que sea condición para que un hombre se dedique a
la política que previamente sea libre. Pero ¿cómo debemos entender dicha
libertad? En el sentido de que no debía estar bajo la dominación de ningún otro
hombre ni debía tener la necesidad de trabajar para obtener lo indispensable
para vivir. Ahora bien, si este hombre decidido a participar en política, no
era libre, ¿cómo debía liberarse? Los medios para ello eran variados, pero uno
de aquellos y el más decisivo era la esclavitud, pues por ella se obligaba
mediante la violencia a que otros asumieran el peso de la vida diaria. Entonces
será a través de la violencia y la coacción que se logra la liberación, permitiendo
que cada amo ejerza dominación absoluta en su hogar, evitando que aquel tuviera
que trabajar, como ya hemos señalado, para obtener lo indispensable para vivir.
Pero entiéndase bien, esta dominación no constituye política, sino que la
condición previa para ser libre y, discutir y deliberar con sus iguales.
Cuando Arendt se involucra en el estudio del concepto de la política que tenían los griegos y los romanos en la antigüedad, lo hace porque intenta destruir ese prejuicio actual de que la política es sinónimo de violencia o coacción. Vendrá Arendt en su trabajo de investigación de carácter histórico a corroborar la ausencia de violencia en todo lo que significaba política.
Hannah Arendt entiende que lo político para los
griegos se centra en la libertad. La que comprende dos aspectos, uno negativo y
otro positivo. En su aspecto negativo la libertad debe entenderse como el no
ser dominado y no dominar, mientras que en el aspecto positivo la libertad debe
ser entendida como el espacio establecido por muchos y, en el que cada cual se
mueva entre sus iguales (Sin tales otros,
que son mis iguales no hay libertad).
Sin embargo, el hombre al liberarse de los
problemas de dominación, de subsistencia, al salir de su hogar y reunirse con
sus iguales aún no está en el ámbito de lo político. La política requiere no
sólo de hombres libres sino que, además, de un espacio en que esa libertad, ese
dialogo, discusión y persuasión entre los iguales se desarrolle. Dicho espacio será
el de la polis. De ahí que los griegos sólo reconozcan la existencia de
política dentro de su polis, pues fuera de ella la política es inexistente. Entonces
la política pertenece al ámbito de lo interior de la ciudad y desapareciendo en
las relaciones exteriores. De lo que debemos entender que la polis es un
espacio compartido por hombres libres cuyas fronteras son las relaciones
exteriores y la esfera privada integrada por los hogares y sus familias. Centrándose
Arendt en el hombre griego, destaca su valentía para abandonar el hogar y la
familia, constituyendo aquel abandono el hecho que lo hacía esencialmente
libre, un hombre político, respecto de todos aquellos que estando en sus mismas
condiciones optaban por mantenerse en la familia, en la esfera privada.
Cuando Arendt se involucra en el estudio del concepto de la política que tenían los griegos y los romanos en la antigüedad, lo hace porque intenta destruir ese prejuicio actual de que la política es sinónimo de violencia o coacción. Vendrá Arendt en su trabajo de investigación de carácter histórico a corroborar la ausencia de violencia en todo lo que significaba política.
En definitiva, para Hannah Arendt, en la Grecia
antigua la política se desarrollaba en un espacio público restringido a seres
libres que discutían entre iguales y cuyos únicos medios de expresión eran la
palabra ejercida, a través, de un diálogo fluido, permitiéndose llegar a
acuerdos por medios de sus discursos o persuasiones. Todo lo que estaba fuera
de aquel espacio y con aquellos presupuestos de estar integrados por hombres
esencialmente libres, quedaba fuera de la polis, fuera del espacio de libertad.
Ahora bien, no obstante que en Grecia, la guerra era aceptada como medio de
defensa de su pueblo, aquella estaba fuera de la política, porque la guerra
significaba estar bajo dominación, entonces en esas circunstancias ya se había
perdido la libertad, por tanto, la política se había esfumado.
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