(Escrito
el 01 de septiembre de 2009, luego de la interpelación parlamentaria del Ministro del Interior del gobierno
de Michelle Bachelet, Edmundo Pérez Yoma)
Estimando que han pasado los días necesarios como
para asimilar con la suficiente amplitud de miras lo sucedido en la última
interpelación parlamentaria. Sí, aquella en que el diputado UDI Gonzalo Arenas
en una situación de impaciencia e impotencia se acercó al Ministro interpelado Edmundo
Pérez Yoma y le arrojó a la cara unos cuantos documentos. Podría parecerle
innecesaria volver sobre este, que con justicia usted podría señalar como actos
desagradables, que enloda aún más nuestra desprestigiada política y de cero
aporte a la democracia actual. Sin embargo, debo señalarle que aquellos hechos
sin duda que nos permiten ir mucho más allá. Nos surge una nueva oportunidad
para que un ciudadano preocupado como usted pueda comprender que rol cumple la
interpelación en nuestro sistema político y cuál la forma de asumirla y
enfrentarla y, en definitiva, descubrir las diversas estrategias presentes en
cada actuar político.
La discusión que planteo no es en vano, pues desde las breves líneas que este medio me permite enlazar, respecto a la naturaleza, función y objetivos de la interpelación, lo allí sucedido no significó un intempestivo y simple acto de desorden parlamentario sino que, el triunfo de una estrategia política bien aprendida llevada disciplinadamente de principio a fin, sobre otra que extravió su camino y su objetivo apenas iniciada. Es que no seamos inocentes el hombre a diario actúa racionalmente en cada una de sus decisiones, es más el mismo amor aquel sentimiento que con frecuencia permite presentar como la oposición base a este planteamiento es en sí mismo siempre racional (Discusión interesante, pero que dejaré para ahondar en otra oportunidad). Y lo planteo sencillamente, porque aún cuando nuestros sentidos nos engañen, en política poco o nada queda al azar, sus actuaciones son esencialmente racionales.
La discusión que planteo no es en vano, pues desde las breves líneas que este medio me permite enlazar, respecto a la naturaleza, función y objetivos de la interpelación, lo allí sucedido no significó un intempestivo y simple acto de desorden parlamentario sino que, el triunfo de una estrategia política bien aprendida llevada disciplinadamente de principio a fin, sobre otra que extravió su camino y su objetivo apenas iniciada. Es que no seamos inocentes el hombre a diario actúa racionalmente en cada una de sus decisiones, es más el mismo amor aquel sentimiento que con frecuencia permite presentar como la oposición base a este planteamiento es en sí mismo siempre racional (Discusión interesante, pero que dejaré para ahondar en otra oportunidad). Y lo planteo sencillamente, porque aún cuando nuestros sentidos nos engañen, en política poco o nada queda al azar, sus actuaciones son esencialmente racionales.
Entendemos la interpelación como un medio de fiscalizar al Gobierno a través de la interrogación en el Parlamento, por sus miembros, a un determinado ministro sobre asuntos de su cartera. En Chile esta institución es una de las 3 vías constitucionales que permite a la Cámara de Diputados fiscalizar los actos del Gobierno. Las otras dos corresponden a la adopción de acuerdos u observaciones por escrito al Presidente de la República y la creación de comisiones especiales de investigación. Según el artículo 52 Nº 1 letra b) de nuestra Ley Fundamental la Cámara de Diputados puede citar a un Ministro de Estado, a petición al menos de un tercio de los diputados en ejercicio, a fin de formularle preguntas en relación con materias vinculadas al ejercicio de su cargo. Esta institución, la interpelación, es propia de los sistemas parlamentarios y, es allí donde alcanza su máxima significación. Ello es así pues en aquellos sistemas los gobiernos existen por la confianza que les ha otorgado el Parlamento. De ahí que, una mala gestión, una política pública ineficaz o impopular, podría desencadenar mediante el control hecho vía interpelación, todo un juicio político provocando no sólo la salida de un ministro sino que la caída de todo un Gobierno. Esto en nuestro país no es posible. En Chile los Ministros de Estado son de exclusiva confianza del Presidente de la República, hecho que caracteriza a nuestro sistema como un presidencialismo reforzado. Sólo de él depende su continuidad o alejamiento del gobierno. No existen las destituciones por juicios políticos sino sólo por juicios constitucionales generados a nivel parlamentario mediante acusaciones constitucionales. Entonces ¿qué sentido tiene la interpelación en Chile? Aún después de lo descrito, mucho. Es que el tema está en entender primero que al no ser una institución propia de nuestro sistema no se puede visualizar ni aplicar con las mismas lógicas que en los sistemas en el cual es originaria y, segundo, crear las estrategias que permitan hacerla subsistir como un real mecanismo de fiscalización de los actos del gobierno, aún cuando sus efectos sobre éste sean indirectos. Aquel martes 17 de agosto de 2009, fue un día para olvidar políticamente para los parlamentarios de la Alianza pero, de celebrar para los de la Concertación. Contrariamente al augurio de un día desastroso para el Gobierno y un éxito asegurado para la oposición. Es que el mal manejo del conflicto mapuche por parte del Gobierno, el acrecentamiento de tomas, enfrentamientos entre comuneros y fuerzas de orden e interrupciones constantes de las vías públicas hacían que los parlamentarios de la oposición se sobaran las manos esperando la llegada del Ministro Pérez Yoma a Valparaíso, cual oveja directa al matadero. Es que un buen manejo del interrogatorio tendría severas consecuencias para el Gobierno de la Concertación, primero dejaría de manifiesto los errores cometidos en el manejo del conflicto mapuche y el poco interés presentado por asumirlo con mediana seriedad. Pero por otro lado significaría un gran obstáculo al casi ya imparable crecimiento en la popularidad de Michelle Bachelet. Y, esto sí que era un objetivo importante. A esta altura del año es un hecho y, que por cierto no cambiará, que los candidatos a la presidencia de la república no lograron encantar con sus estilos y propuestas. El ascenso en la intensión de voto del candidato de la Alianza se estancó, la aparición de Marco Enríquez Ominami no ha significado el quiebre que se preveía y el apoyo popular que generaría. Mientras la candidatura de la Concertación parece no terminar de despegar, aferrándose a la imagen y popularidad de la actual mandataria. Así las cosas la presa estaba ahí a punta de cañón. Sin embargo, aquel tierno animal que se creía ver en el ministro Pérez Yoma resultó ser un lobo en piel de oveja. Es que en política desmerecer al enemigo es de una estupidez suprema así como imaginar que éste se enfrentará sin estrategia a una contienda política. Y he ahí el resultado. El ministro Pérez Yoma, hombre de mil batallas, ex ministro de Eduardo Frei padre y arquitecto del actual gabinete hizo su labor de manera impecable. Contestó bajándole el perfil al motivo de la interpelación y de paso generando en cada respuesta impotencia y desesperación en sus interpeladores. Logrando que uno, escapando de la disciplina de su grupo parlamentario explotó. Su acercamiento al ministro, los intercambios de palabras y el arrojo de algunos documentos fueron la expresión de aquella impotencia y desesperación. En ese preciso momento se acabó la interpelación. El motivo de aquella se diluyó, triunfando el gobierno al desvirtuar todos los cuestionamientos y quedando en la conciencia colectiva, reiterada una y otra vez y por varios días a través de la televisión, el insulto y la agresión a un ministro de estado de avanzada edad por parte de un joven y desconocido diputado. Puede que la interpelación en Chile no conlleve como consecuencia inmediata la destitución de un ministro, sentir que la institución no tiene fuerza en nuestro sistema por adolecer de aquello es visualizar torpemente una institución que tiene como grandeza el compartir el control parlamentario directo que ejerce sobre los actos del gobierno con el control indirecto de la ciudadanía. Control, que se hace presente una vez puesto en evidencia los errores, descriterios o torpezas del Gobierno y que en pleno periodo electoral puede ser determinante para la intención de voto de sus continuadores. Quiza esta haya sido la última vez que tuvo la oposición para sacar la ventaja definitiva sobre el candidato oficialista, oportunidad perdida derivada de una institución en su plenitud aún no comprendida.
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