(Artículo publicado en el periódico “La Tribuna” de la ciudad de Los
Ángeles. 31 de mayo de 2008)
Consideré
por años, ante el surgimiento de una duda, un error interrogar a mi padre, pues
él respondía siempre lo mismo: “Ahí está el diccionario y la enciclopedia”. Hoy
con el pasar de muchos más años tal vez sea el momento de aceptar que aquello
fue un bendito acierto. He recordado esto reflexionando como a diario nos
encontramos hilando e intercambiando largas frases sin tener cabal
entendimiento de muchos de los términos que ellas utilizamos. Tan sólo hace
unos días una amiga del área de la salud me confesaba que mientras impartía
clases, al pronunciar “personalidad jurídica” inmediatamente pensó: “ojala a
ningún alumno se le ocurra preguntarme que significa” y, no es que ella tuviera
absoluto desconocimiento de aquel y no pudiera al menos salir del paso con uno u
otro ejemplo, sino que, sencillamente, no había reparado en todo lo que el
término “personalidad jurídica” comporta y se relaciona con sus enseñanzas.
He decidido dedicar estas líneas a una breve reflexión de la idea de Estado que, es uno de esos muchos conceptos que a diario utilizamos casi mecánicamente y, que si bien no es privativo de los profesionales del área del derecho o de la política sino que de todo ciudadano, en cuanto a su idea, concepto y actualidad existe un gran desconocimiento.
Se nos enseña y enseñamos desde la cátedra, mucho antes de definir al Estado como una comunidad política soberana y jurídicamente organizada, que aquel, básicamente, es una estructura política. Esta primera idea nos obliga en el aula, por razones didácticas, más que a definir estructura política, a explicarla mediante su identificación. Pues bien, identificamos como tales, entre otras, a las sociedades tribales, las polis griegas, los feudos, los imperios, las monarquías estamentales y finalmente, el Estado. Pero, ¿qué es lo que distingue al Estado de las demás estructuras políticas?
Para
el político y catedrático de Ciencia Política y de la Administración de la Universidad Autónoma
de Barcelona, el profesor Josep M. Vallés, dos son los criterios que permiten
distinguir entre las diversas estructuras políticas: el de la autonomía
institucional que se le otorga a la política y, el del modo en que la coacción se
distribuye al interior de la comunidad política. Así, una u otra estructura política
se caracterizará por el mayor o menor grado que presente respecto de cada uno
de estos criterios.
En el
Estado estos criterios se manifiestan en su máxima expresión. Por una parte, se
da un grado muy alto de autonomía institucional de la política, de manera que
los conflictos sociales son resueltos por agentes especializados en política,
regulados legalmente y con una administración que los ampara. Y, por otra,
existe un alto nivel en el modo en que la coacción se ejerce al interior de la
comunidad. Es decir, la capacidad de obligar a la fuerza radica en un solo
actor, el Estado, capacidad que ha logrado tanto mediante la acumulación de
recursos económicos, técnicos o ideológicos. Será, en definitiva, este último
criterio el más conflictivo, pues aunque el Estado, en su concepción ideal,
tiende a conquistarlo en su máxima intensidad, no son pocos los estados que, en
realidad, comparten con otros actores, al interior de la comunidad política, la
capacidad de obligar a la fuerza. Es en esta línea en que se inscribe el aporte
de Max Weber quien, en 1919 mientras impartía una conferencia a los alumnos de la Universidad de Munich definió
Estado como aquella comunidad humana que, dentro de un determinado territorio
reclama para sí el monopolio de la violencia física legítima. De esta manera
Weber más allá de resaltar los elementos propios de esta particular estructura
política (grupo humano, territorio y soberanía), nos destaca la importancia de
no compartir el Estado con otro actor la coacción legitima, esto es, no
compartir el derecho a usar la fuerza al interior de la comunidad cuando lo
considere necesario. Sin embargo, más allá de las problemáticas propias derivadas
de la idea de territorio y sus delimitaciones o la de grupo humano, que nos
obligaría necesariamente a detenernos en la distinción de términos tales como
población, pueblo o nación, los mayores dolores de cabeza en cuanto a la
consideración de un Estado como tal, está como ya he señalado en el elemento
soberanía. Y ello, porque aunque discursiva y constitucionalmente muchos países
defiendan su condición de Estado, las pruebas que lo ponen en duda son
innumerables. No son excepcionales los casos en que la soberanía de algunos
estados ha sido limitada mediante intervenciones militares, sólo nos basta
recordar, más allá de las razones vertidas para aquello, la de la extinta URSS
en la antigua Checoslovaquia en 1968, la de EE.UU. en Vietnam entre 1965 y
1975, la de la OTAN
en los Balcanes en 1999 y, la actual intervención de la ONU en Haití. Pero, también la
soberanía ha sido limitada mediante presiones e intervenciones económicas,
ejemplificado aquello en la acción del Fondo Monetario Internacional que
condiciona su ayuda a los estados más desfavorecidos siempre y cuando éstos adopten
determinadas políticas económicas y sociales. Por otro lado, las limitaciones a
la soberanía del Estado no sólo provienen desde el exterior. Años son, por
ejemplo, los que lleva luchando la región de Santa Cruz por obtener un estatuto
de gobierno autónomo respecto del gobierno central boliviano, situación que ha
puesto permanentemente en riesgo la gobernabilidad de aquel país. El estado
colombiano, por su parte, compite a diario por el control de su territorio frente
a la acción de las FARC y los narcotraficantes, mientras ciudades como Tampico
o Nueva Laredo, han sido testigos las últimas semanas de cómo los zares de la
droga le compiten descaradamente al estado mexicano. En aquellas ciudades
pancartas tales como: “Paren de sufrir ex militares, PFP (policías federales) y
soldados de Mérida, únete a las filas del cartel del Golfo” y, “Grupo Operativo
Los Zetas te quiere a ti militar o ex militar. Te ofrecemos buen sueldo,
comida, y atenciones a tu familia. Ya no sufras maltratos y no sufras hambre…”
no han hecho más que, el ofrecimiento proveniente del narcotráfico de pagar en
dólares, asegurar prestaciones de salud, vivienda y automóvil del año, hayan puesto
en un serio y complejo escenario al estado mexicano respecto de sus habitantes
que, además, del diario bombardeo consumista, lidian o por escapar de las estadísticas
de las altas tasas de cesantía o de las precarias y humillantes fuentes
laborales. Pero, no nos equivoquemos esta realidad no es propia de países
tercermundistas o en vías de desarrollo, es también la realidad de muchos
estados desarrollados, he ahí EE.UU. y la dificultad para identificar y
controlar los incalculables grupos armados que existen en su territorio y, que
decir del Estado italiano imposibilitado hasta hoy de erradicar las diversas
familias mafiosas que dentro de su territorio actúan.
Definitivamente
vale pena detenerse algunos momentos del día y reparar en el sentido real y
actual de algunos términos. El de hoy nos ha dotado de elementos determinantes
para ir más allá de las declaraciones constitucionales o discursos políticos y,
concluir que la realidad internacional está más comprendida de estados
incompletos, inacabados o fallidos de lo que estamos dispuestos a aceptar.
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