Confieso que me gusta mucho la TV.
El fútbol, los realities, los Simpson, The Big Bang Theory y, el programa
Alienígenas Ancestrales del History Channel están entre mis favoritos. Para mí
la TV es distracción pero, también espejo de la evolución social.
La última cita mundialista del fútbol dejó unas
cuantas frases de nuestros periodistas deportivos de canal 13, dignas de
rescatar para anécdotas futuras. “Salvada
quirúrgica la de Melo”, frase de laboratorio de inútil magnificación, “a vivir lo amargo de la amargura” o, “han clasificado a las semifinales un equipo
por cada uno de los cuatro continentes”, reveladoras de la pobreza de
vocabulario y la ignorancia geográfica. Prefiero no continuar, y qué más da, si
la aventura de la selección chilena de fútbol en el mundial de Turquía sub 20 concluyó.
Y de la forma más inesperada. En realidad de la peor manera. La imagen de
aquella pelota de Ghana casi sin velocidad pasando entre dos jugadores chilenos
que tapando la vista del portero termina en el fondo de la red, a sólo segundos
de que el azar de los penales diera su justo veredicto, debe ser de las más
frustrantes del último tiempo.
No deja de llamarme la atención la facilidad con que aquel
evento se olvidó. Recuerdo que cuando niño este tipo de hechos deportivos me
quitaban la tranquilidad por semanas y, claro, como su ocurrencia era con
cierta reiteración así se fueron pasando los meses y finalmente los años,
pensando y repensando cómo habríamos celebrado de mediar otras circunstancias. Cómo
no recordar aquí la disputa por el título mundial de Martín Vargas en 1980
contra Gushiken en Japón, el penal de Caszely en España 1982 o el lanzamiento
de bala de Gert Weil en 1988 en Seúl. Hoy, sin embargo, ante estos fracasos percibo
una rápida y preocupante conformidad. Una aceptación ciega en que sólo nos está
permitido vivir los procesos previos hacia la felicidad, pero jamás gozarla. Como
si hubiera algo de Moisés en cada chileno. Caminar, sufrir y seguir caminando
con sufrimiento, para finalmente visualizar la tierra prometida que jamás se
disfrutará. Hay quienes estiman que los triunfos deportivos de carácter moral
parecen haber configurado el actuar del chileno. Mismos que nos han acostumbrado
por años, a la sentencia de que a lo que hemos llegado a sido bastante lejos
para las condiciones que reunimos.
Algo similar pasa con nuestra vida diaria y la
relación que existe con nuestros gobernantes y las actuales instituciones
políticas y, aquella frase que parece condenarnos al expresar que tenemos los
gobiernos que merecemos. Se nos ha hecho creer que el sistema político que hoy
tenemos es lo mejor a lo que podemos aspirar. Seguridad, paz social, estabilidad
económica y política es lo que pregonan casi con locura, aquellos que parecen
vivir en otro Chile. Nuestra actual Constitución Política y todo lo que ella
representa es un ejemplo más de lo expuesto. Defiende una democracia bajo
tutela, recordándonos a diario que no estamos preparados ni reunimos las
condiciones para darnos instituciones de gobierno y gobernantes, bajo lógicas
democráticas diferentes.
Los chilenos no somos malos para el fútbol. No
podemos serlos si es toda una pasión para este país. El problema de los
fracasos tiene claros responsables. Las instituciones que se han alejado de la
esencia deportiva privilegiando el lucro y, los futbolistas que no han
comprendido que su éxito requiere erradicación de la improvisación, disciplina,
trabajo físico, concentración, pero por sobre todo amor a este deporte.
En los últimos días nos han bombardeado, desde el
Congreso Nacional y La Moneda, con noticias sobre acuerdos y proyectos para
reformar el Binominal, como si en ello radicará la esencia del divorcio
socio-político que afecta a Chile. De un oportunismo alarmante y grosero,
construidos a espaldas de la ciudadanía y presentados a tan sólo meses de una
nueva contienda electoral. Si usted ama a Chile no puede ocultar que este país
cambio, al igual que su gente. No existe el miedo de antaño a expresar que en
el actual texto constitucional no se encuentra amparo ni representación, el que
sólo pervive como expresión de un tiempo de odio y de división en Chile. Las
reformas requeridas para nuestro sistema político no pueden ser improvisadas.
Estas van más allá del sistema electoral regulador del ámbito parlamentario, se
relacionan con el terrorismo, los reemplazos parlamentarios, la integración del
Tribunal Constitucional, los Partidos Políticos, la tipología de leyes y sus
quórums, la descentralización administrativa y, porque no decirlo, con un
debate de altura sobre un proceso de descentralización política tanto funcional
como territorial, entre otras tantas materias. De ahí mi insistencia en la defensa
de un Gran Pacto de Estado que derive en el establecimiento de una Asamblea
Constituyente que permita el establecimiento de un nuevo orden institucional para
un Chile que se requiere a gritos más democrático, pluralista e inclusivo.
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