miércoles, 26 de junio de 2013

Movimientos Sociales. Chile, Brasil, Turquía

Las autoridades del Gobierno como las de los partidos con representación parlamentaria parecen no lograr asimilar la trascendencia que representan las múltiples movilizaciones sociales que aún perviven en Chile como en diversas partes del mundo. Lo que sí es visible, es una especie de tranquila conformidad, en la equivocada creencia que lo que aquí sucede no tiene relación alguna con la radicalización de las movilizaciones en el exterior. Obviar dichos acontecimientos y no asumir su importancia para la política nacional constituye desprecio al actual proceso globalizador y, a las acciones concientizadoras de una sociedad tecnológicamente empoderada.

 
Hace tan sólo unos días (22 de junio 2013) Moisés Naím, escribió en el Diario español El País una columna titulada “Turquía, Brasil y sus potestades: Seis sorpresas”, en cuyo análisis también incluye a Chile. Allí postula seis similitudes en los movimientos sociales que hoy mantienen en vilo al mundo entero. Estando de acuerdo en lo sustancial con la tesis, me permitiré reflexionar aquí brevemente sobre cada uno de sus postulados. 

1º Pequeños incidentes que se hacen grandes. Piénsese en las recientes movilizaciones turcas iniciadas por la preservación del parque de Gezi en Estambul que se pretendía demoler para la construcción de un centro comercial y que ha mutado hacia la exigencia de renuncia del Primer Ministro Turco. La revolución pingüina es nuestro ejemplo, pues comienza con el denominado Liceo acuático de Lota y el aumento del valor para la rendición de la PSU, dando lugar a masivas movilizaciones estudiantiles que se mantienen hasta hoy. 2º Los gobiernos reaccionan mal. Esto, porque los detentadores del poder político y los partidos como clásicos intermediarios de la ciudadanía, además, de estar ajenos a su realidad y adoleciendo de efectivas alertas tempranas, sustentan su poder en cuestionados procesos de legitimación democrática. 3º Las protestas no tienen líderes ni cadena de mando. Si recordamos que los movimientos sociales constituyen fuerzas políticas colectivas no organizadas, aquello debería significar una mayor preocupación para los políticos, pues la indignación rápidamente se va socializando, compartiéndose, esto es, asumiendo el atropello del otro como el atropello de uno mismo. 4º No hay con quien negociar ni a quién encarcelar. Primero, el rol de las redes sociales ha permitido no sólo mayor e inmediato acceso a la información, sino posibilidades ciertas de cooperación y superación de miedos a represalias de un Estado meramente opresor (La prensa europea hoy se pregunta si las redes sociales pueden ser consideradas una tercera vía social y política). Segundo, la imposibilidad de negociadores obliga a la autoridad a proponer reformas estructuralmente profundas al cuestionado sistema político, por lo que quedan descartadas las convenientes soluciones parciales. 5º Es imposible pronosticar las consecuencias de las protestas. Expresada la indignación primera esta sólo irá en crecimiento y sumando muchas más hasta desvelar el real trasfondo de las mismas. Comenzó en Brasil con el aumento de los pasajes del transporte público, la toma de los edificios cívicos de Brasilia, continuó con exigencias en salud, luego en educación, sumándose ahora el tema de la discriminación de las minorías sexuales y, aunque anecdótico, con el rechazo al discurso apaciguador de Pelé, ahora cuestionado Rey, en defensa del Campeonato de Confederaciones que por estos días se realiza en aquel país. 6º La prosperidad no compra estabilidad. Aunque los éxitos macroeconómicos sean manifiestos, éstos no garantizan estabilidad si el sistema político contiene vacíos democráticos, con instituciones representativamente débiles y procesos decisorios corruptos y no inclusivos. Brasil y Chile son reconocidos como sólidas economías y Turquía cuenta con el enorme amparo de Estados Unidos, al constituir el patio trasero de sus operaciones militares.  
A diferencia de las decisiones de Bashar al Assad en Siria y Recep Tayyip Erdogan en Turquía, de persistir con los enfrentamientos militares como medio de extinción de las movilizaciones y revueltas, Brasil comienza a enfrentar la corrupción como principal causa de su actual crisis social y política. Así, la cámara de diputados, escuchando el clamor de la movilización social, ha rechazado el proyecto de ley (PEC 37) que pretendía limitar las facultades investigativas de los fiscales del Ministerio Público. Permitiendo avanzar en la investigación de sobornos a parlamentarios y el financiamiento ilegal de campañas electorales.  
En Chile la movilización estudiantil que, cada vez cuenta con el apoyo de más sectores sociales, es mucho más que exigencia de una educación superior gratuita y de calidad, es revelación de la indignación ciudadana ante la corrupción, la inequidad e injusticia social y, por cierto, la falta de representatividad y legitimidad democrática en nuestro sistema político.

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